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viernes, 27 de enero de 2012

BARCELONA, archivo de la cortesía; pero el PARC DE CERVANTES, sin Cervantes todavía

Una de las cosas buenas que tiene vivir en el Distrito de Les Corts es que cuando sales a caminar o a correr puedes ir al Parque de Cervantes y disfrutar del césped, árboles, plantas aromáticas y, sobre todo, de las rosas.
Es un magnífico parque doble: una parte para uso público y la otra para rosaleda
Allí pueden verse también interesantes monumentos.
En la rosaleda:
                                                             Serenitat (1964), Eulàlia Fàbregas de Sentmenat
Rombes bessons (1977), Andreu Alfaro
Adam, Jacinto Bustos Vasallo. Donación de su viuda (1991) 
En el parque para jugar, correr y pasear:
 Monolito dedicado a Ángel Ganivet (1965), Jaume Monràs
                                           Monolito dedicado a Concha Espina (1969), Juan Díaz de la Campa
¿Y el monumento a Miguel de Cervantes, que sería lógico encontrar en un Parque de Cervantes?
Inútil buscarlo. No existe, a pesar de que estaba previsto cuando se proyectó.

Véase LA VANGUARDIA del 27 de octubre de 1963:

"En la ordenación del futuro parque se han tenido en cuenta dos zonas claramente diferenciadas. La primera, con una superficie de casi cuatro hectáreas y media, se destinará a parque público de reposo y mirador sobre la ciudad. Allí está prevista la erección de un monumento a Cervantes cuyas características determinará oportunamente el Ayuntamiento.
Otras cuatro hectáreas de terreno se dedicarán a rosaleda"…

LA VANGUARDIA del 7 de abril de 1964 informó de la inauguración, presidida por el alcalde señor Porcioles, de la parte destinada a parque público, y destaca: "Como es sabido, se proyecta que en el ángulo superior del Parque de Cervantes se erija un monumento dedicado al "Príncipe de los Ingenios"… 
Pero, por alguna razón ocultada, el monumento no se erigió. Cuando el 15 de mayo de 1965 se inauguró la Rosaleda con más de cinco mil rosales se descubrió una escultura, pero fue el desnudo femenino, no el monumento a Cervantes.
En LA VANGUARDIA del 1 de junio de 1966 apareció un artículo del gran pedagogo y escritor catalán Guillermo Díaz-Plaja en el que puede leerse:

Sería fatigoso, pero aleccionador, investigar en los archivos de la ciudad cuántos proyectos de homenaje a Cervantes han sido formulados; y cuántas veces han sido relegados al olvido. ¿No diría, irónicamente, don Miguel que ahora sí era verdad que la cortesía se había quedado en el "archivo"?...  Y acaba:
Él, castellano de la estepa, que, cuando mozo, se pasmó, sí, ante “el mar alegre, la tierra jocunda, el aire claro” y nos dejó la más bella sarta de piedras preciosas, el más gentil collar de elogios con que pueda enjoyarse ciudad alguna.  
Pero, ¿y el monumento? ¿Qué hará la ciudad que él describió "en sitio y belleza única"?
Cuarenta y cinco años después, la bella y cortés ciudad todavía no le ha hecho el monumento que sin duda merece.  
 
Aunque no se conocen documentos que prueben la estancia de Cervantes en Barcelona, los expertos están seguros que la había visitado por lo menos en 1569, cuando tenía veintiún años, de camino a Italia, y en el verano de 1610 durante unos tres meses. En este último viaje, según el historiador Martín de Riquer, "conoció a fondo Barcelona, admiró sus bellezas urbanas, penetró en los graves problemas que preocupaban a los barceloneses (piratas turcos y bandolerismo) y participó en sus festejos, como los del día de San Juan. Y fue tan bien acogido por la ciudad que, desde ahora, se deshará en elogios".
El gran periodista Arturo Llopis, en su documentado Cervantes en Barcelona (LV, 5 mayo 1963), escribe: "Cervantes amó con raro y avasallador ímpetu a Barcelona y a los barceloneses, a los catalanes, incluso profesó afecto y devoción a lo que afecto y devoción les inspiraba…" Se refiere a la virgen de Montserrat. 
Los elogios a Barcelona y a Cataluña se encuentran en muchas obras de Cervantes, pero los más conocidos figuran en:
  1.-La segunda parte del Quijote (1615), cuando el hidalgo, que ha sido vencido en la playa de Barcelona y obligado a volver a su casa, proclama: "Archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única; y aunque los sucesos que en ella me han sucedido no son de mucho gusto, sino de mucha pesadumbre, los llevo sin ella, solo por haberla visto".
  2.-Las dos doncellas (1613): "Admiróles  el hermoso sitio de la ciudad, y la estimaron por flor de las bellas ciudades del mundo, honra de España, temor y espanto de los circunvecinos y apartados enemigos, regalo y delicia de sus moradores, amparo de los extranjeros, escuela de la caballería, ejemplo de lealtad y satisfacción de todo aquello que de una grande, famosa, rica y bien fundada ciudad puede pedir un discreto y curioso deseo".
            
Jamás habló Cervantes de otra ciudad en estos términos, solo de Barcelona.
Los elogios de Cervantes son todavía más valiosos si se tiene en cuenta que en aquel tiempo no era habitual hablar bien de los catalanes. Es sabido que no tenían muy buena fama en todo el sur de Europa: Dante, Góngora y Quevedo, entre otros, escribieron frases muy diferentes de las de Cervantes. El president Mas se quejaba hace pocos días, en un homenaje al patriarca romaní Tío José, de que a los catalanes, como a los gitanos, se les había colgado una serie de estigmas. Incluso los historiadores nacionalistas están de acuerdo en que la buena fama de los catalanes no comenzó hasta después de 1714. 
Cervantes amó a Barcelona y la ciudad le correspondió. El Quijote fue siempre venerado. Desde que en 1617 se imprimiera en Barcelona la primera edición completa del Quijote jamás ha cesado en ella el culto a esta gran obra, de la que ha hecho gran cantidad de impresiones. La Biblioteca de Catalunya custodia la famosa colección de ediciones históricas del Quijote que el bibliófilo Bonsoms donó en 1915. 
Entrada de Don Quijote en Barcelona

  
 
Don Quijote cae vencido en la playa de Barcelona
El tercer centenario del Quijote se celebró en mayo de 1905 en muchas ciudades y países, pero sobre todo en Madrid ante el monumento a Miguel de Cervantes con la presencia de Alfonso XII, y fue la Banda Municipal de Barcelona y los Coros de Clavé, con sus barretinas, los que pusieron música al evento. La revista El Siglo XX publicó en mayo de 1906 una información sobre el monumento a Cervantes que Barcelona pensaba erigir, obra de los hermanos Vallmitjana, y reproducía incluso una imagen del proyecto.  

Pero no todos los barceloneses pensaban lo mismo. A los nacionalistas no les gustaba este escritor castellano tan importante. El nacionalismo cultural y racialista de principios del siglo XX consideraba que la etnia catalana era superior a la castellana. No querían crear puntos de unión con toda España, sino marcar diferencias.
Ni siquiera en los años de la dictadura franquista el Ayuntamiento de Barcelona pudo soslayar la influencia del catalanismo de derechas local, que había apoyado a Franco. Igual que pasó con Ildefonso Cerdà, y por la misma razón, el alcalde Porcioles se quedó corto en corresponder a lo que merecía la memoria de Cervantes.  
En Historias Ocultadas del Nacionalismo Catalán, Javier Barraycoa se ocupa del tema cervantino: "Que en la imaginación de Cervantes el Quijote viajara a Barcelona, y no a Madrid, por ejemplo, y no se sintiera extraño, es un reflejo de lo que fue Barcelona en aquellos tiempos… Para el Forum de las Culturas, en el año 2004, tímidamente el Ayuntamiento organizó una ruta por la Barcelona que visitara el Quijote, a la que no se dio mucha publicidad. Parece que la presencia cervantina no acaba de agradar."
Hay que señalar que el representante del Ayuntamiento de Barcelona en el Forum era Ferran Mascarell, entonces Regidor de Cultura con el PSC y ahora Conseller de Cultura en la Generalitat con CiU.
De todas formas, en el Forum se realizó el Congreso Internacional "El Quijote y el Pensamiento Moderno", organizado por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, que fue clausurado por Carme Riera, catedrática de literatura española de la UAB, con una conferencia titulada "El Quijote desde el nacionalismo catalán", donde sacó a la luz la polémica que se generó en Cataluña con motivo de la celebración del centenario de El Quijote en 1905. Para Carme Riera, Don Quijote era un obstáculo para la construcción del nacionalismo catalán y para la labor de descastellanizar Cataluña, pues los catalanistas veían en él el emblema del Estado español. 
LA VANGUARDIA del 19 junio 2004 informó ampliamente bajo los titulares: Don Quijote regresa a Barcelona. Carme Riera exalta la catalanidad de la gran novela de Miguel de Cervantes. Resaltó su mención de que Jordi Pujol había comentado en 1998 que se siente tan cercano a Cervantes como a Goethe, y el enfrentamiento habido en Barcelona en 1905 entre los nacionalistas, que se oponían a la novela, y los intelectuales, como Aribau y Maragall, que defendían su gran trascendencia. Y bajo el epígrafe EL DATO "El Quijote" gana a los Juegos y al Fòrum: Carme Riera aseguró ayer, al cerrar el congreso sobre el Quijote, que Cervantes consiguió que Barcelona fuera la primera ciudad literaria del siglo XVII, aportándole más fama que los Juegos Olímpicos de 1992 y, también que el Fòrum 2004.
En 2005, cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, Año del Libro y la Lectura, Carme Riera fue la comisaria de la exposición “El Quijote y Barcelona” y publicó “El Quijote desde el nacionalismo catalán, en torno al Tercer Centenario”. Afirma: Barcelona entra en la literatura gracias al Quijote. Entre todos los lugares por donde transcurren sus aventuras, solo hay una ciudad real, Barcelona, a la cual llegan el Quijote y Sancho una noche de San Juan y allí visitan por primera vez una imprenta. Pero el nacionalismo catalán de finales del siglo XIX y principios del XX rechaza el Quijote, como representante de la raza castellana y de la españolidad que no tiene en cuenta a la periferia.
A pesar del empujón de Carme Riera, los cervantinos no consiguieron levantar en 2005 un monumento a Cervantes; solamente dedicarle una lápida en la Rosaleda que lleva su nombre, lejos de las rosas para que no parezca una tumba.
 



La piedra, que sobresale ocho centímetros del suelo, pretende ser un homenaje, pero no hay en la inscripción ni una sola palabra en la lengua de Cervantes.
Espero y deseo que en 2015, cuarto centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote, o en 2016, cuarto centenario de la muerte de Cervantes, los cervantinos de Barcelona le dediquen un monumento que pueda mirarse de frente en el parque que lleva su nombre; y que los nacionalistas no traten de impedirlo,...aunque solo sea por cortesía.