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viernes, 9 de septiembre de 2011

Rafael Casanova: ni héroe, ni mártir, ni separatista; solo quería más de lo mismo

Rafael Casanova es uno de los mayores mitos del Nacionalismo, el que se lleva más flores. Se le honra cada 11 de septiembre, Diada de Catalunya, en el monumento que le dedicó Barcelona y en su tumba de Sant Boi. 
Al contemplar el monumento se nota que allí hay algo que no cuadra.
La estatua fue realizada en 1888 por el escultor Rossend Nobas para la Exposición Universal y según Francesc Fontbona  “recoge la tradición patética del héroe romántico, con una expresión facial muy similar a la del famoso Torero herido que el mismo Nobas había realizado años antes” En 1914 se trasladó al lugar que ahora ocupa, donde Casanova cayó herido el 11 de septiembre de 1714, y se le añadió un alto pedestal de Alexandre Soler March con este texto en la parte posterior: AQUI CAIGUE FERIT EL CONSELLER EN CAP EN RAFEL DE CASANOVA DEFENÇANT LES LLIBERTATS DE CATALUNYA – 11 DE SETEMBRE 1714, y en la parte frontal un relieve de Josep Llimona con dos hermosas mujeres ligeras de ropa y con un pecho fuera.
El contraste entre las dulces figuras femeninas y la atormentada del héroe - que sostiene la bandera de la mártir cristiana santa Eulalia con una mano, empuña la espada con la otra y está abrigado como si la batalla hubiera tenido lugar en enero - es tremendo. 

Seguro que Casanova, si levantara la cabeza, no toleraría ese zócalo. Como era muy religioso, el 2 de agosto de 1714 había hecho con sus Consellers y los Comunes un acto público de comulgación, confesión y contricción, manifestando su arrepentimiento por haber confiado en los ingleses y gentes contrarias a la santa fe y religión católica; hicieron voto de hacer observar la regulación en los trajes de las mujeres y formar una junta que se preocuparía por la decencia y extirparía los pecados públicos; hechos los votos, esperaban que la Divina Misericordia obraría un milagro final. Incluso Voltaire comentó el fanatismo religioso que gobernaba la ciudad.
El nacionalismo romántico del siglo XIX manipuló las guerras civiles que había sufrido el Principat para crear sus mitos. En la desastrosa Guerra de Els Segadors, iniciada con los crímenes del Corpus de Sang, encontró la inspiración para un himno de odio, y en la Guerra civil y europea de Sucesión al trono de España, al supuesto héroe que defendió una supuesta libertad. El Nacionalismo actual, anclado en el pasado, tiene Els Segadors como Himno Nacional, el 11 de Septiembre como Diada Nacional y a Rafael Casanova como el héroe y mártir Nacional al que llevar flores e incluso esteladas. 
Cuanto más se lee sobre la Guerra de Sucesión - en la que los austracistas estaban pagados por Inglaterra, incluyendo los 6.000 vigatans que mandaba el "general" Moragues – más claro se ve el disparate que representa vincularla al Día de una Comunidad Autónoma española en el siglo XXI  y relacionarla con el separatismo.
La sangrienta defensa de Barcelona (más de 10.000 muertos borbónicos y casi 7.000 austracistas en el último año) se produjo cuando la guerra ya estaba prácticamente ganada por Felipe V, y fue considerada como un error por los mismos austracistas catalanes que se exiliaron en  Viena. En la ciudad sitiada quedaron los que se habían refugiado por temor a las represalias (centenares de valencianos, aragoneses, navarros y catellanos) y los fanáticos que esperaban un milagro del Cielo, que les tenía que llegar como ayuda desde Mallorca o por un cambio imprevisto en Europa.
Rafael Casanova, que había sido nombrado en 1707 Ciutadà Honrat (título de nobleza) por el archiduque Carlos de Austria, pudo acceder por insaculación (o sea de forma aleatoria) el 30 de noviembre de 1713 al cargo de Conseller en Cap, máxima autoridad de la ciudad y jefe de la Coronela o milicia ciudadana. Entonces comenzaron las desavenencias con el teniente mariscal Antonio de Villarroel, general comandante del ejército austracista en la ciudad, que hasta 1710 había luchado en el bando borbónico con el Duque de Orleans, participado en la batalla de Almansa y la conquista de Lleida y Tortosa, y cambiado de bando cuando Felipe V y el Duque de Orleans rompieron. Durante el sitio Villarroel dimitió y decidió marchar a Mallorca con el primer barco que rompiera el bloqueo, pero como eso no ocurrió, participó en la batalla y cayó herido. A pesar de esto, consiguió que le hicieran caso para detener el combate y negociar la capitulación, evitando el saqueo general y la masacre de ciudadanos. Estuvo en prisión hasta 1725.  
Ante el asalto borbónico de la mañana del 11 de septiembre de 1714, Casanova emitió un bando ordenando a todos los varones mayores de 14 años sin excepción, bajo pena de muerte, la defensa de la ciudad de Barcelona y la guardia de la bandera de Santa Eulalia, en servicio del Rey y de la Patria.
Casanova participó en la batalla enarbolando la sagrada bandera de Santa Eulalia, hasta que fue herido por una bala en el  muslo. Entonces cedió la bandera a Juan de Lanuza, conde de Plasencia, y fue llevado al hospital de la Merced. 
Cuando vio que la ciudad estaba cayendo y que como Conseller en Cap tenía la obligación de afrontarlo, decidió escapar, hizo destruir sus documentos y falsificar un certificado de defunción para que lo dieran por muerto, y por la noche salió de Barcelona disfrazado de fraile. Igual que el capitán que huye en la primera lancha cuando nota que el barco se está hundiendo.
Al poco tiempo había curado de la herida y, aunque sus bienes fueron confiscados, consiguió el perdón de Felipe V y el permiso para seguir ejerciendo su profesión de abogado con las nuevas leyes, cosa que hizo hasta su jubilación en 1737. Murió seis años más tarde a la edad de 83 años.
 
  Ofrenda floral ante la tumba de Rafael Casanova en Sant Boi
Muchos austracistas importantes se arruinaron, fueron a la cárcel o tuvieron que marchar a Viena, donde residieron unos 1500 catalanes exiliados cobrando pensiones del emperador.
Rafael Casanova fue considerado un traidor por algunos de los que sufrieron duramente las consecuencias de la derrota. No lo fue, pero tampoco un héroe ni un mártir. Y menos un separatista. Lo que quería para el Principat de Catalunya es que el Reino de España, muerto Carlos II, continuara en manos de la Casa de Austria. O sea, más de lo mismo.

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